Dos penes dentro de mi culo
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Me acuerdo de la primera vez que experimenté un encuentro íntimo con dos hombres. Era un sábado por la noche y habíamos decidido explorar nuestro deseo mutuo en una relación poliamorosa. El ambiente era sensual y cargado de erotismo, y no tardamos en empezar a besarnos profundos y a explorar nuestro cuerpo desnudo.
La atracción entre nosotros era palpable, y no parábamos de mirarnos a los ojos. El deseo se había desatado en nuestro interior, y nuestro tacto se había vuelto más firme y más seguro. Comenzamos a cariciar y a acariciar cada rincón de nuestro cuerpo, buscando la conexión física perfecta.
Cuando finalmente decidimos hacer el amor, no había duda de que íbamos a compartir un momento inolvidable. La intimidad anal es algo que siempre me ha atraído, y la sensación de tener dos pollas dentro de mi culo fue intensa y liberadora.
El vaivén de sus vergas me estimulaba de manera increíble, y pude sentir la tensión sexual creciendo en mi interior. Gemidos y jadeos llenaban el aire, y nuestra respiración se había vuelto agitada. Fue un momento de pasión desatada, de fuego en la cama que no parecía tener fin.
En ese momento, no había nada más que la conexión física y el deseo mutuo. Era un encuentro íntimo que nos unía a ambos, y que nos permitía compartir un placer compartido. Y aunque no fue la primera vez que experimenté un encuentro como ese, sigue siendo uno de los más intensos y liberadores que he vivido.
La atracción entre nosotros era palpable, y no parábamos de mirarnos a los ojos. El deseo se había desatado en nuestro interior, y nuestro tacto se había vuelto más firme y más seguro. Comenzamos a cariciar y a acariciar cada rincón de nuestro cuerpo, buscando la conexión física perfecta.
Cuando finalmente decidimos hacer el amor, no había duda de que íbamos a compartir un momento inolvidable. La intimidad anal es algo que siempre me ha atraído, y la sensación de tener dos pollas dentro de mi culo fue intensa y liberadora.
El vaivén de sus vergas me estimulaba de manera increíble, y pude sentir la tensión sexual creciendo en mi interior. Gemidos y jadeos llenaban el aire, y nuestra respiración se había vuelto agitada. Fue un momento de pasión desatada, de fuego en la cama que no parecía tener fin.
En ese momento, no había nada más que la conexión física y el deseo mutuo. Era un encuentro íntimo que nos unía a ambos, y que nos permitía compartir un placer compartido. Y aunque no fue la primera vez que experimenté un encuentro como ese, sigue siendo uno de los más intensos y liberadores que he vivido.
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